Tiene sólo dos largometrajes a sus espaldas, pero el autor de la que, dicen, es la película española más esperada del año habla con un aplomo pasmoso. Su cinta, Enterrado, se estrena el próximo viernes.
Todo el mundo habla de su película: ¿se siente presionado?
No, porque soy inconsciente e irresponsable, y el mes de aviones, hoteles y entrevistas que llevo me impiden concentrarme en nada. También me satisface que, a estas alturas, nada está bajo mi propio control, y que soy una persona de expectativas neutras: no espero nada de nada, lo que me evita euforias inútiles y decepciones extrañas.
Lo ocurrido ha ido muy rápido...
La tensión y la concentración han sido extremas: en marzo de 2009 leí el guión, cuatro meses después hablé con el protagonista, Ryan Reynolds, y poco después rodábamos en Barcelona. En sólo 17 días ya habíamos filmado todo y tuvimos que montar en apenas seis semanas para llegar a Sundance unos quince minutos antes del estreno.
Y entonces, la locura del público, la pelea entre los estudios por quedarse con la cinta...
Lo viví como si le pasara a otro, aunque me sorprendió lo reactivo que es Hollywood: cómo reaccionan y deciden de inmediato. También me di cuenta de lo frágil que es todo. Tu película se convierte en una bola de nieve con un rumbo determinado, con una inercia que tú no controlas.
¿Es uno menos autor en la industria americana?
No lo sé... Yo me siento absolutamente responsable de la película: no puedo culpar a nadie de lo que no funciona, porque tuve una absoluta libertad creativa. Y eso es fundamental: mi objetivo no es rodar en Hollywood, Murcia o Turquía, sino hacerlo con mis condiciones. Hollywood no es un objetivo en sí mismo, pero tampoco un lugar del que huir.
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